¡Aquí va una leyenda urbana!
En un pueblo apartado del mundo, al lado de un acantilado, una terrible maldición caería sobre sus habitantes.
Sus habitantes se mataban unos a otros, y después, los que quedaban con vida se arrancaban los ojos y se tiraban por el acantilado, hasta que quedó completamente abandonado.
Un día, le hablaron de ese pueblo a un curioso viajero, y el viajero decidió ir a visitarlo con su gato.
Cuando llegó el viajero al pueblo, se encontró con las casas en ruinas, personas asesinadas y calcinadas por la calle, todo abandonado.
De repente, vio que su gato había desaparecido. Escuchó un maullido de dentro de una casa y decidió entrar para buscar a su gato. Escuchó unos pasos en el piso de arriba y subió, curioso, por las escaleras, que crujían en el silencio del pueblo. Al ver lo que había allí arriba, le volvió completamente loco. Se fue corriendo de allí, hacia el acantilado. Se arrancó los ojos, y sangrando se lanzó y murió.
Aquello que vio cambió para siempre la vida de aquel joven.
Vio un espíritu, pálido, sin ojos, sangrado con la boca cosida y todas las entrañas por fuera, que sujetaba a su gato, también sin ojos y sin entrañas, sangrando.
Ese espíritu era el que controlaba las mentes a la gente del pueblo, el que hacía que matasen y luego se suicidasen, para poder alimentarse de sus almas.
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